El resultado de la primera vuelta presidencial del 21 de noviembre de este año estremeció a gran parte del país: con un 27,91% de los votos válidamente emitidos, el candidato de ultraderecha José Antonio Kast no solo pasó a segunda vuelta de la elección presidencial, sino que lo hizo con la primera mayoría de los votos. En el programa del candidato se destacan una posición en contra del matrimonio igualitario, del aborto bajo cualquier causal, y de la migración, además de un fortalecimiento del sistema de concesiones carcelarias y del aparato represivo, y, por último, la creación de una red de colaboración internacional de persecución a activistas de izquierda. En pocas palabras, un programa ultraconservador que podemos tildar de fascista.
En respuesta a esto, ha surgido la imperativa desde varios sectores a votar en masa por el candidato de Apruebo Dignidad (Frente Amplio, PC) Gabriel Boric, como una forma de enfrentar al fascismo encarnado en la figura de Kast. Está de más ya decir que Boric es una figura que lejos está de representar cambios radicales al modelo – es, recordémoslo, la misma figura que le dio la espalda al pueblo y negoció con la derecha el Acuerdo por la Paz del 15 de noviembre del 2019, y junto con este una batería de leyes represivas que se han utilizado desde entonces para perseguir y encerrar a quienes luchan, mientras que las fuerzas armadas asesinaban, torturaban y mutilaban libremente en las calles. El llamado sería votar por el candidato frenteamplista al ser el “mal menor” en comparación a Kast, para frenar la avanzada fascista que vive el país.
Sin embargo, lo que esta lógica omite es que el fascismo ya está presente y viene acreciendo en Chile. No fue necesaria una presidencia de Kast para que la presidenta del Sindicato de Trabajadoras Sexuales Trans y Travesti Amanda Jofré fuera quemada con bencina en octubre por atacantes fascistas. Tampoco lo fue para que una marcha anti-migrantes en Iquique quemara las pertenencias de migrantes en situación de calle en septiembre. Ni tampoco para que un fascista del grupo “La Vanguardia” atacara con balines a manifestantes en una concentración por la libertad de las y los presos políticos en enero. Es decir, el fascismo no comienza con una eventual presidencia de José Antonio Kast, es algo que ya está instalado.
Por lo mismo, pretender que simplemente ir a votar por un candidato socialdemócrata cuyas incesantes concesiones con la derecha solo han facilitado el camino al fascismo – que ayer mismo declaró que reforzaría las fuerzas represivas con la introducción de más carabineros y que no indultaría a las y los presos de la revuelta formalizados por saqueo e incendios – es una forma de combatir el fascismo, no es más que tapar el sol con un dedo. El fascismo no muere con una presidencia de Gabriel Boric; al contrario, solo seguirá creciendo. La respuesta del pueblo no se puede quedar en una urna; por lo mismo, como medio no podemos hacer campaña por nadie, tampoco llamaremos al voto ni a la abstención. Más bien el trabajo debe estar en la organización y autodefensa desde nuestros territorios y espacios de lucha, dotándonos de una forma real de enfrentarnos a una amenaza que para muchas personas, pero especialmente para migrantes, personas racializadas, personas LGBTQIA+, mujeres, y militantes de tendencias de izquierda radical, constituye una amenaza a la vida misma.