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Hunger

La prisión política es un fenómeno que se ha agudizado durante las últimas décadas, con la radicalización neoliberal y punitiva de nuestras sociedades. Hace un tiempo, escuchábamos al Ministro del Interior y a neofascistas como Jorge Burgos cuestionando la existencia de presos políticos en el Wallmapu, pese a toda la evidencia existente. Sobre este punto, el abogado Julio Cortés señala que este es el tono que asumen los gobiernos frente a la existencia de la prisión política: negar su vigencia o no admitirla directamente, al tiempo que la fomentan.

Pues bien, esta problemática, que hoy vemos reflejada en Mauricio Hernández Norambuena, los 2500 encarcelados de la revuelta y los presos políticos mapuche de la cárcel de Angol es la que pretende reflejar, desde un ángulo más personal, la película que hoy recomendamos. Hunger (2008) fue el primer film realizado por el director británico Steve McQueen (“Shame”, “12 años de esclavitud”) y le valió la Palma de Oro en el Festival de Cannes a la mejor ópera prima. Está situada en Irlanda del Norte, en el contexto de la huelga al interior de la prisión de Maze en 1981, por parte de miembros del IRA. Ellos buscaban que se reconociera su estatus de prisioneros políticos y se negaban a ser considerados como delincuentes. Margaret Thatcher, la Primera Ministra británica de ese entonces, había perseguido políticamente a los miembros del IRA, calificándolos como terroristas y criminales, encarcelándolos y luego negándose a concederles estatus de presos políticos.

La resistencia de los partidarios del IRA contempló diversas estrategias: la primera fue la “protesta de las mantas”, en la que los internos se rehusaban a vestir la ropa de los presos comunes. Posterior a ello y luego de la represión de los gendarmes ante el vaciamiento de la orina de los internos hacia los pasillos de las cárceles, vino la “protesta sucia”, donde estos rehusaban a asearse y embadurnaban las paredes de las celdas con sus propias fecas. Finalmente, vino una primera huelga de hambre y otra segunda, que es la que concentra la atención del film.

Hunger es una película impresionante desde el punto de vista visual, actoral y político. La notable actuación de Michael Fassbender representando a Bobby Sands, líder histórico del IRA es el punto cúlmine de una obra artística que nos invita a empatizar con todas las complejidades de una lucha política llevada a sus últimas consecuencias. Thatcher, en su máxima crueldad opéro desde la vieja comprensión de la lucha política como delincuencia, tan común y recurrente en la derecha internacional.

Se ha dicho que el cine de McQueen tiene un fuerte énfasis sobre lo corporal. Pues bien, esta película explota el compromiso radical de Bobby Sands, portador de una determinación férrea y un estricto apego a principios, como vemos en la memorable escena de diálogo entre este y el sacerdote que lo visita. A la hora de la lucha política, cuando ya todas las posibilidades de diálogo con el adversario han sido negadas y agotadas por este, “el cuerpo”, dice McQueen “es el recurso final”. El valor de la película, de todos modos, es no presentar visiones simplificadas desde el antagonismo o meras caricaturas. Vemos las complejidades afectivas de los personajes. Vemos en Bobby la determinación y la desesperación. No se deifica su figura, pero sí se retratan y relevan su lucha y su férreo compromiso. Como contraparte, lo más icónico quizá sea que la figura de Thatcher sólo aparece como una fría voz; nunca se ve su presencia ni su corporalidad, como si hablara desde un lugar espectral y ajeno respecto a todas las historias de vida del relato. Como si su existencia fantasmal y al mismo tiempo decisiva para la historia fuese impermeable e indolente a todo el dolor y a las circunstancias de los personajes. Con el filósofo Achille Mbembe, podríamos decir que, en pleno régimen de gobierno donde se decide quién debe morir y quién debe vivir, Thatcher toma decisiones a oscuras, fuera de toda emoción de compasión y fuera de todo conocimiento del contexto vital de las vidas en juego. El IRA era un punto de impugnación del régimen que el autoritarismo no estaba dispuesto a tolerar[1].

Hunger es una película absolutamente actual y necesaria. Pese a que tanto el protagonista como el director han señalado en entrevistas que es una película que busca reflejar un lado más humano que político, logra captar de manera plena la intensidad de una lucha que se asume sin concesiones. La desesperación, la decepción, la justicia que no llega. La creencia firme en las motivaciones políticas, superiores a la mezquindad de los líderes nos permitirá empatizar con el personaje, “un héroe y un patriota”, en palabras del autor y activista político irlandés Danny Morrison. Y será un recordatorio de dos cuestiones: la atemporal obsecuencia de la autocracia neoliberal, dondequiera ésta se desarrolle y por otra parte,la convicción de la resistencia, pese a todos los dolores que implica, para quienes se proponen resistir a la opresión. Recordemos, pues hoy desde esta obra el valor de Bobby Sands -cuyo rostro sonriente adorna los murales de Belfast-, y de todos quienes dan y arriesgan la vida luchando por una sociedad más justa, contra toda tiranía.

Puedes ver el trailer aquí:

Puedes ver la película aquí:

https://ok.ru/video/1684308757008


[1] Ya recordaría de nuevo el mundo, al año siguiente a la huelga (1982) el inescrupuloso y descarnado uso de la violencia política por parte de Thatcher, como modo de legitimación de su liderazgo, esta vez en la cercana República Argentina.