Por Diego Yáñez H.
Viernes ocho de la mañana. Alameda con Santa Rosa. Una persona en las alturas amarrada a una plataforma de señales de tránsito. Un cartel informa del propósito de la protesta. La gente levanta los brazos lo más alto posible, y en sus manos el celular en modo grabación. No sueltan el celular, incluso cuando los gritos del hombre son inaudibles.
Las cámaras de los matinales están instaladas, mientras en el set, lejos del hombre gritando, dos personas o más tratan de descifrar qué pasa y el por qué.
Las personas pasan curiosas, leen un cartel con la denuncia que hacía el hombre. Siguen caminando. – ta amarrao, no vale. Así cualquiera- reclama un hombre caminando cojeando, conversando al aire.
En un minimarket, el locatario mira el matinal. – Ya hacen lo que sea para llamar la atención- dice el hombre tras la caja sin despegar la mirada a la pantalla.
No sabían que el hombre protestaba por una negligencia médica, tras una mala intervención quirúrgica. Que hace cuatro años que no recibe respuestas.
Las redes sociales llevaron a la sociedad a buscar más espectacularidad a algo inherentemente serio. Y la seriedad está lejos de los aplausos virtuales que quiere la gente. La gente quiere pasar el tiempo en una búsqueda legítima de justicia.
No se puede culpar a la gente usando estos medios, porque si la cantidad de respuestas es alta, la satisfacción es mayor. Pero eso es lo que busca el sistema consumista, que el mismo hecho de producir y recibir sea la meta última.
Esta morbosidad no tiene un culpable específico. Algunos pueden culpar al sistema capitalista, que germina desde la industrialización, pero es inherente desde que el ser humano usa la razón o la palabra que busca aceptación.
Es inaceptable solo el hecho de usarlo por un doble propósito. Los matinales no usaron al hombre para visibilizar un problema, solo querían que la gente del país sintonizara para mantenerse al tanto si el hombre se tiraba o no.
La gente que graba con los brazos alzados quiere tener testimonio de estar en ese momento en que el hombre se tire, y su cuerpo golpee el pavimento. Y la masa inerte haga girar las cabezas de los espectadores.
¿Culpable quien? puedo ser yo, que escribo estas palabras para obtener likes en una red social.
Culpable o no, no hay otra manera.